24.6.06

El verdugo

Todas las miradas se posaron en él. Impotentes y deseosas, pusieron en él todas sus esperanzas, las más y las menos; todas ellas escondidas en lo más oculto del corazón humano.

De repente, todos comenzaron a gritar a una voz. Estaban ya impacientes, no podían esperar al momento en que los cuerpos comenzaran a volar.

Él, sintiéndose magnánimo y poderoso, y aun así, sin maldad para con los campesinos, se acerco a los castigados, y mirándolos con odio, dio rienda suelta a la exaltación.

No era una mirada agresiva, pero en ella se reflejaba el deseo de aquellos presentes de que todo terminara de una maldita vez y para toda la eternidad, para que, a lo largo de generaciones enteras, las cosas fueran distintas.

El verdugo dio la orden, y el Odio y sus secuaces fueron ejecutados.

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